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Seis pilares para edificar una exitosa vida escolar

Por: Cynthia Álvarez Calderón

Para lograr que los niños alcancen el éxito académico es necesario inculcarles, desde pequeños, hábitos y virtudes que los llevarán a tener altas calificaciones y pocos problemas de disciplina. En ese sentido, la etapa preescolar es clave.

Muchos niños se resisten a continuar en ciertas actividades porque sienten que lo hacen mal y tienen miedo a hacer el ridículo. En los padres está inculcarles el deseo de no rendirse ante la primera dificultad.

Cualquier padre desea que su hijo tenga éxito en la vida escolar y que el paso por el colegio sea una experiencia positiva para él. El fracaso en la escuela y la indisciplina, evidentemente, son el punto de partida de problemas mayores en el futuro, que repercutirán en el desarrollo profesional y en la vida laboral del niño cuando sea adulto. Según la psicopedagoga Patricia Loredo, catedrática de la Facultad de Psicología de la Universidad Femenina del Sagrado Corazón (Unifé) y directora del Gabinete Psicopedagógico Stella Matutina, “durante los seis primeros años de vida se cimenta la personalidad, las virtudes, los buenos hábitos, incluso ciertas capacidades intelectuales innatas del niño. Por eso la educación inicial es tan importante”. Por ello, este artículo está pensado para proporcionar a los padres herramientas que puedan constituirse en claves para ayudar a sus hijos durante los valiosos años preescolares, las mismas que serán valiosas en las etapas posteriores de su vida.

El trabajo

Si bien el niño en edad preescolar es demasiado pequeño para obligarlo a hacer un trabajo fatigoso, ya sea de tipo físico o mental, no es demasiado temprano para recalcarle lo importante que es este tema y enseñarle algunas cosas relacionadas con él. En esta etapa es importante que los padres empiecen a dar a los niños pequeñas tareas que ellos puedan manejar (recoger las hojas de cierta parte del jardín, lavar la fruta antes del almuerzo), mostrándoles cuidadosamente cómo hacer cada una de ellas. “Es muy adecuado, además, que los padres se muestren complacidos y orgullosos de los pequeños logros del niño. Conforme vaya creciendo, se le puede enseñar a planificar un trabajo, finalmente, esté bien hecho”, dice Patricia Loredo. Todos estos esfuerzos harán que los niños puedan enfrentar los trabajos –individuales y de grupo- de la escuela con éxito y sin mayores dificultades.

La responsabilidad

Se puede infundir responsabilidad en un niño en edad preescolar encomendándole encargos rutinarios como darle la comida a su mascota, traer el periódico antes del desayuno, regar algunas plantas los fines de semana, etcétera. De forma natural, los padres pueden criarlo haciéndole saber que él es responsable de seguir ciertas reglas, como cepillarse los dientes ates de irse a acostar o guardar la ropa sucia en un canasto especial. “A partir de los dos años, al niño se le puede decir que ordene sus juguetes de forma simple; por ejemplo, poniéndolos dentro de una caja. Ya a los tres años, se le puede dar otro tipo de encargos, siempre teniendo en cuenta su grado de madurez. Así, cuando llegue el momento de que ingrese al colegio, al niño no le va a resultar difícil o molesto, por ejemplo, guardar sus plumones en la cartuchera o cumplir con sus tareas”. Llegar al colegio a tiempo o cuidar sus cuadernos o la computadora son actividades que requieren un grado de responsabilidad; depende de los padres que los niños vayan madurando para alcanzarla plenamente.

La perseverancia

A lo largo de su vida escolar, probablemente, el niño tendrá problemas de matemáticas que no entenderá la primera vez. O para comprender cierta parte del curso de historia, por ejemplo, tendrá que leer varias páginas de un libro. Evidentemente, es importante que el niño sepa ser perseverante con sus tareas y que se le enseñe a completar o terminar lo que ha empezado. Una buena forma de incentivar el hábito de la perseverancia es realizar actividades que les den la oportunidad de decir “yo lo hice”; por ejemplo, vestirse completamente él mismo, montar la bicicleta sin ruedas, etcétera. Todas estas experiencias les enseñan que pueden ser exitosos si se mantienen persistentes o tenaces. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que los pequeños en edad preescolar todavía no poseen una gran atención como para continuar con actividades por muy largo tiempo: es normal que dejen una torre de bloques inconclusa o que se levanten a hacer otra cosa cuando se les está contando una historia. Cuando el niño se acerca a la edad en la que tiene que ingresar al kindergarten, se le puede alentar a completar los juegos y actividades que han empezado.

Según la psicopedagoga consultada, es muy importante el rol que le compete a los padres. “Hay papás que, por ejemplo, matriculan a su hijo en una academia de tenis y a las tres clases, como el niño ya se aburrió, lo retiran. Después, lo inscriben en natación; pero como al niño le da pereza levantarse, no lo llevan. Es decir, hay una manipulación por parte del niño hacia el padre donde este cede a hacer lo que su hijo quiere. Eso es un gran error, porque se supone que antes el padre debe haber conversado con su hijo acerca de lo que quiere hacer y establecer con él una especie de trato: ‘te matriculo en tal actividad, pero la vas a hacer los tres meses del verano’. De otra forma, no lo están ayudando a ser perseverante”. De acuerdo a la especialista, es importante también fomentar en los niños el hábito de la deportividad, es decir, saber ganar y saber perder. Muchos niños se resisten a continuar en ciertas actividades porque sienten que lo hacen mal y tienen miedo a hacer el ridículo. En los padres está inculcarles el deseo de no rendirse ante la primera dificultad.

La autodisciplina

Los niños vienen al mundo sin la habilidad de gobernar muchas cosas acerca de ellos mismos: sus temperamentos, sus apetitos, sus vejigas, sus impulsos de correr hacia la puerta y salir a jugar al patio o al jardín, etcétera. Dado que ellos, inicialmente, no tienen mucho autocontrol, es trabajo de los padres establecer los límites necesarios. Repitiendo prácticas apropiadas de comportamiento se logra formar buenos hábitos de conducta. Innumerables estudios han demostrado, además, que el buen comportamiento y el éxito académico van de la mano y que autodisciplina guía a los niños hacia la obtención de notas más altas. Según Patricia Loredo, los pequeños se desarrollan mejor y son más felices cuando los padres los encaminan por la vida con firmeza, pero también con cariño. “La educación no tiene que ser rígida, porque el autoritarismo crea temor y una especie de brecha entre el niño y el padre. Pero sí tiene que haber una exigencia. Lo ideal es que exista un equilibrio entre la exigencia y el amor: al niño se le puede castigar, pero explicándole los motivos. Desde muy pequeños, ellos entienden perfectamente”, dice la especialista.

El respeto

Es de suma importancia que los padres inculquen en sus hijos el respeto a la autoridad, que incluye a los profesores y otras personas adultas. Esto requiere entrenar al niño en algunas reglas básicas de urbanidad como quedarse callado cuando otros están hablando o evitar los malos modales y comentarios sarcásticos frente a los adultos. También es importante enseñarles el respeto a la propiedad –que incluye cuidar sus propias cosas y las pertenencias de otros-, a la religión que profesan en casa (en general, a todas las creencias religiosas) y, finalmente, a su país. Asimismo, se debe demostrar respeto por la educación y por el colegio al que asistirán más adelante. “Muchas veces, los padres cometen el error de apoyar al niño cuando éste dice que la maestra no lo quiere o de desautorizarse mutuamente delante de él. Para ganarse el respeto del niño es necesario que éste vea que ambos padres tienen criterios claros de enseñanza. Respecto a la elección del colegio, es necesario que los padres estén de acuerdo con el espíritu del mismo, con sus creencias y con el modo de enseñanza. De otra forma esto ocasionará mucho sufrimiento y tensión en el niño”, señala Loredo.

La honestidad

Vivimos en una sociedad donde se han perdido muchos valores morales y éticos, donde la mayoría de escolares hace trampa y miente e, incluso, dice estar satisfecho con su comportamiento. A menudo, el mensaje de la cultura pareciera ser que la “verdad” está pasada de moda. Todo esto es dañino para el intelecto del pequeño por una sola razón: la verdad es el objetivo del aprendizaje; de ahí que los padres deban criar a sus hijos amando el valor de la verdad. “Es necesario aprovechar que los niños están en una etapa de formación para inculcarles valores tan importantes como la honestidad. De esta forma podremos crear una generación de seres humanos mucho mejor que la nuestra”, concluye la psicopedagoga.

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