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Capacidad de agradecer

Por: Identitas

“Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido que vale la pena arriesgarse a no ser un ingrato” (Séneca).

Antes de considerar los beneficios de ser agradecidos en el matrimonio, es oportuno pensar que las virtudes, en general, se traducen en actitudes y acciones que un buen amor suscita entre los que se quieren. Incluye también el deseo de ser y hacerse mutuamente felices, excluyendo todo tipo de egoísmos individualistas. Desafortunadamente, agradecer a quien más queremos es una de las delicadezas que más escasean en el matrimonio.

La palabra “gracias” hemos de repetirla muchas veces en la vida diaria y, aun cuando nos parece innecesaria, por la cotidianidad de los servicios que nos hacen, decirla con cariño y verdad. En determinadas circunstancias, por dejadez o cansancio, uno puede albergar la sensación de que la otra persona no merece nuestro agradecimiento, ya que “soy yo el que más cosas hace para agradar” o que lo que otro hace por nosotros es lo “normal”, lo esperado, no merece agradecimiento cumplir con el deber, es entonces cuando más valor tiene, porque es señal de aprecio consciente al otro.

Hay, a lo largo del día muchos momentos por los que estar agradecido, como cuando haces una petición y te responden con presteza, cuando tienes una necesidad y tu cónyuge “viene en tu rescate”, sin poner excusas, dejando lo que estaba haciendo para acudir en tu ayuda, cuando uno de los dos cede en su postura para hacerle la vida más agradable al otro o cambia de planes, si es lo mejor para la familia, o cuando le llamas y te atiende con amabilidad…damos por hecho las pequeñas cosas, que son la base de una convivencia feliz y hemos de agradecerlas, con palabras y con hechos.

Alfonso Aguiló nos recuerda esta leyenda árabe:

“Dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: “Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro”. Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, y le salvó su amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: “Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida”. Intrigado, el amigo preguntó: “¿Por qué después que te pegué escribiste en la arena y ahora en cambio escribes en una piedra?”. Sonriendo, el otro amigo respondió: “Cuando un amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo. Pero cuando nos ayuda, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento podrá borrarlo”.

Agradecer es, también, una cuestión de memoria. Recordar tantos servicios, palabras y gestos que nos regala el otro, a veces sin merecerlo, estimula el amor. El Papa Francisco, con frecuencia, nos anima a tener una memoria agradecida; rescatar del olvido la cortesía, la buena educación entre los esposos y la ternura procurando ser amable y delicado con la otra persona, incluso en los momentos de mayor tensión del día.
Nuestro agradecimiento no ha de quedar reducido a un simple “gracias”, sino que se manifestará con una mirada cariñosa, un beso, un abrazo o algún detalle inesperado. Pensemos en las muestras de agradecimiento que dedicamos a nuestro esposo/a cada día y cómo podemos reforzarlas y ampliarlas para devolver con amor tantos detalles recibidos. El amor encontrará el modo, con imaginación y creatividad, de demostrar el cariño, sin dejarse llevar por el desaliento, la rutina o la monotonía, que pueden hacer estragos en la relación.

La vida pasa deprisa, pero está hecha de momentos. Si aprovechamos al máximo la convivencia en el matrimonio, dedicando tiempo a estar juntos, mirando con ojos de agradecimiento todo lo que tenemos, tendremos una vida muy dichosa, a pesar de las dificultades del camino.

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