“Tener miedo es a veces una parte normal y saludable del crecimiento” afirma Elianna Platt, del Instituto Child Mind.
El miedo es una emoción que todos sentimos alguna vez en la vida, ya sea ante situaciones internas o acontecimientos externos que nos descolocan, que no esperábamos, o contra los cuales, no tenemos bastantes recursos y herramientas para acometerlos.
En los niños, los miedos son inevitables y pueden ser de mayor o menor grado, según su edad, su seguridad personal y su grado de madurez. Cuando esos miedos y temores llegan entre los seis y diez años, los padres deben remangarse y enseñar a sus hijos a gestionar esos momentos de crisis con fortaleza, con confianza en sí mismos y con la soltura que da la independencia para sentirse seguros y con control personal.
Esta actitud, que en los adultos es habitual y manejable, en los niños necesita dedicación, tiempo, lugar y práctica, para ir ganando seguridad, poco a poco, a medida que van superando sus miedos e inquietudes.
Los momentos de miedo, e incluso terror, pueden hacerse presente en la vida de los niños, lo determinante es como respondemos.
Cómo ayudar a los niños a superar el miedo: estrategias efectivas
En muchas ocasiones nos centramos en intervenir rápidamente, consolar y tranquilizar…pero eso no es suficiente. No es el momento de que el niño se sienta mejor, sino el momento para ayudarle a entender, a generar estrategias de afrontamiento que le permitan superarlo, en ese momento y cuando vuelva a sentir lo mismo.
Hablar con ellos con argumentos claros, llegando a la raíz del por qué sienten ese miedo, razonando sus cuestiones y preguntas, que perciban que comprendemos sus miedos, que entendemos sus sentimientos y en la conversación sincera, les daremos la seguridad que necesitan para que descubran como pueden afrontarlo y ser valientes, si la causa el real o como dejarlo ir si en realidad no hay motivos para el miedo.
Son muchos los motivos que les pueden producir ese miedo: la oscuridad, lugares como el armario o debajo de la cama, donde pueden esconderse los “malos” o los “monstruos”, ir al médico, los perros grandes, las avispas o, en el caso de los más tímidos, conocer a nuevas personas.
Hablar con ellos, acompañarlos en su lucha interna, poner pequeñas metas y hacer planes para crecer y superar esos obstáculos poco a poco, animándoles con elogios y con ánimos será el mejor modo de que lleguen a ser niños fuertes y perseverantes en sus proyectos. Nuestra alegría ante sus pequeñas luchas y victorias es la mejor recompensa que pueden recibir.