Hace poco leí en un periódico financiero que las crisis de confianza en las empresas son muy difíciles de redirigir. Quizás no sólo en el ámbito financiero…, debemos aceptar que en el momento actual estamos viviendo una crisis de confianza, pero ya no a nivel económico o político, sino a nivel social.
El ser humano no sabe de quién puede fiarse y de quién no. La tendencia a la manipulación para conseguir del otro lo que se desea está presente en todos los medios y esferas ¡Vivimos promesas electorales que no se cumplen, anuncios publicitarios que venden productos que no consiguen lo que garantizan!
Nuestro teléfono móvil recibe fake news (noticias falsas) que difícilmente sabemos diferenciar si son verdad o mentira, los telediarios están llenos de noticias sobre gente en la que no se puede confiar, personas que estafan, mienten, o lastiman a niños pequeños, personas que muestran una imagen falsa sobre su persona en redes sociales… y esto provoca que no podamos evitar en ocasiones tener cierta desconfianza en el ser humano.
La desconfianza es un cáncer que crea inseguridad en los contextos donde se genera. Tiene la capacidad de bloquear el crecimiento en las personas y no permite generar lazos ni relaciones sanas. La confianza basada en la sinceridad es imprescindible en contextos sonde se ama la libertad y se pretenden generar dinámicas positivas para ayudar a conseguir a la persona los objetivos que tiene entre manos. Samuel Smiles, escritor británico argumentaba que: “Las únicas relaciones de este mundo que han valido la pena y que han sido duraderas fueron aquellas en las que una persona podía confiar en otra”.
No podemos perder la confianza en el ser humano, sería demasiado fácil terminar esta historia con un pensamiento pesimista. ¡Mejor! seamos políticamente incorrectos: Quizá este sea el momento en que una de las misiones más importantes de la educación sea enseñar a las personas a amar y a buscar la verdad, a descubrirla, a no dejarse manipular ante tanta información e intereses individuales.
Y quizás más importante todavía: la educación debe ayudar a las personas a ser “de verdad” quienes son y quienes quieren ser en el mundo real y por extensión al mundo virtual. A tener relaciones sanas y auténticas con nosotros mismos y con los demás.
Poder confiar en los demás, y que confíen en ti, es una fuente de energía positiva que da alas a la persona para afrontar los retos que la vida le ponga por delante.
Lo estamos pasando por alto. Hoy más que nunca es necesario educar con confianza y en confianza. Pero requiere un gran compromiso por nuestra parte: ser alguien en quien se pueda confiar.
Stephen M. R Covey en uno de mis libros favoritos “La Velocidad de la confianza. El valor que lo cambia todo” (que no es un libro educativo, pero su contenido bien puede extrapolarse) trae una cita de Tom Peters que hace una pregunta brutal. Una pregunta que creo que cualquier madre o padre debería contestar en referencia a sus hijos y a su familia. Esta es:
“Pregúntese a sí mismo…, sin piedad: ¿Emano confianza?
E-m-a-n-a-r, que gran palabra. ¿Huelo a “confianza”? Piénselo, detenidamente.”
¡Qué importante es en nuestra niñez tener a alguien en quién podemos confiar! Alguien que cuando nos diga “no”, o nos coja en brazos: “huela a confianza”.
¿Cómo podemos transmitir confianza a nuestros hijos?
- Asume tu rol de padre/madre. Asumir tu papel no esta reñido con ser cariñoso con ellos, atenderles y tirarte al suelo para jugar a lo que más os gusta. Pero todos los niños necesitan un padre/ madre, no un amigo. Amigos van a tener durante toda la vida.
- Ten claros tus valores y hazlos vida. Vivir nuestros valores y transmitírselos a nuestros hijos nos ayuda a generar confianza.
- No uses el chantaje emocional para conseguir que hagan lo que deben. Se claro y sencillo en lo que esperas y quieres de ellos y mantente firme.
- Ten algunas normas claras en casa, y hazlas cumplir.
- Escucha a tus hijos con atención cuando lo requieran. Una persona que sabe escuchar con plena conciencia y cariño nos genera confianza en ella y en la persona que está escuchando.
- Hazles saber que estarás a tu lado cuando lo necesiten, pero permite que se equivoquen. El error es formativo y estar siempre encima de ellos puede llevarte a la sobreprotección.
- Muéstrate sincero con ellos y trata de que en tu hogar se vida la confianza y la sinceridad. Ser sincero no significa contarles todo ni hacerles partícipes de problemas que no les corresponde saber, sino ayudarles a valorar la verdad y la confianza en la familia.
- Confía en ellos y ten la costumbre de pensar bien de tus hijos. La confianza genera confianza, y el que piensen bien de nosotros suele llevarnos a querer obrar el bien que se espera que hagamos.
- Confía en ti mismo. Ten conciencia de que en referencia a la educación de tus hijos estás haciendo todo lo que puedes y lo mejor que puedes, aunque uno no puede saberlo todo. Pregunta cuando tengas dudas a personas especialistas, eso te dará tranquilidad y te ayudará a acertar.
Y recuerda ¡Educar es una aventura apasionante! Ánimo con la tarea.