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¡Llegaron las vacaciones!

Las vacaciones son un tiempo especial de descanso, pero también un tiempo de convivencia entre los esposos y los hijos. La realidad es que, durante las vacaciones, siempre se cosecha lo que hemos sembrado durante el curso: si hemos dedicado tiempo al otro, si hemos aprendido a escucharle sin imponer el criterio propio y, en definitiva, si hemos buscado su felicidad por encima de la nuestra.

Puede ocurrir que, planificando las vacaciones, os deis cuenta de que, a medida que se intercambian palabras, la conversación va subiendo de tono hasta que os sorprendéis discutiendo, porque él prefiere veranear de forma más tranquila en una casa rural y ella, en cambio, desea el bullicio del apartamento urbano que llevan alquilando desde que tuvieron el primer hijo. Es momento de parar y reflexionar sobre lo que es valioso, escuchar a la otra parte, encontrar las necesidades que tiene cada uno en la familia y proponer soluciones creativas que ayuden a solventar esas necesidades, haciendo que todos se sientan satisfechos. Tratemos de salir de los esquemas rígidos que solo contemplan dos opciones: ganar o ceder. Se trata de que todos ganen.

Es conveniente, como en cualquier momento que consideramos valioso, preparar el verano con cariño y planificación, para prevenir o suavizar dificultades que podrían surgir en la convivencia, además de sacar el máximo partido de esos días tan enriquecedores en familia. Horarios, distribución de tareas domésticas, excursiones y salidas culturales, vida de piedad, son algunas de las actividades que conviene a hablar en pareja para mayor éxito de estos días.

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Tres claves para aprovechar las vacaciones en familia

  • Desconectar mentalmente del trabajo, evitando “aprovechar” esos días de convivencia familiar para adelantar obligaciones laborales; No es sencillo, tenemos mucho que hacer, pero nuestra principal tarea es la familia, máxime en esos momentos de vacaciones. Además, el descanso mental es fuente de creatividad, con lo que el trabajo “saldrá ganando” después de las vacaciones.
  • Ejercitar la escucha al otro y a los hijos. Tenemos mucho que aprender de nuestro esposo/a, y por ello necesitamos escuchar con el corazón. Dedicar tiempos para estar juntos, pasear, mirarse, compartir y escucharos, quizás en exclusiva; también con cada uno de los hijos. Atendamos, con cariño y sin juzgar, todo aquello que quieran y que necesiten compartir en el hogar.
  • El ejemplo es el mejor educador. Es ardua la tarea de educar y, no lo olvidemos, dura toda la vida, también en vacaciones. La paternidad es un regalo y los padres debemos tener la capacidad de ponerla en práctica en todo momento. Educamos las 24 horas de día, con lo que decimos, con lo que hacemos, pensamos, decidimos, miramos…siempre somos ejemplo. El matrimonio ha de estar muy unidos para transmitir, de forma real aquellos valores y virtudes que consideramos importantes para la familia.

En este periodo de vacaciones y de descanso, de una mayor y mejor convivencia familiar, la exigencia personal de respeto, de comprensión y de saber ceder puede llegar a parecernos una tarea ardua y cansada. La convivencia más estrecha es un trabajo costoso ya que se debe mantener la paz y serenidad, que exige por parte del marido y la mujer el ejercicio de las virtudes humanas. Por este motivo es aconsejable y ayudará en los momentos de tensión luchar por dominarse a uno mismo y pensar en el otro, ejercitando la amabilidad, la cortesía y la dulzura en el trato; todo lo opuesto a la brusquedad de carácter, a la agresividad y a la aspereza que llega a ser, en ocasiones , grosería.

Conviene adaptarse al ritmo del otro, sin prisas y con cariño. Buscar siempre los puntos de unión, amor y perdón; es esencial pedirlo en la oración: procurar sacar ese tiempo para Dios, en el que le pidamos luz y fuerza para cumplir nuestra vocación matrimonial. Así llegaremos al final de este tiempo juntos, descansados y con fuerzas renovadas para un nuevo curso.

Por: Identitas

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