Por: Identitas
¿Cuántos adolescentes piensan que si actúan de la forma que consideran adecuada -en lo relativo al alcohol, las drogas, las relaciones sexuales, el modo de vestir, la hora de volver a casa, el uso del teléfono móvil, la defensa a los más débiles, o la negativa a participar en actividades peligrosas o incívicas- van a perder su posición en el grupo de amigos? Y aún peor: ¿cuántos padres temen que, si se esfuerzan por enseñar a sus hijos lo que les va a hacer personas felices, equilibradas y valiosas, van a convertirles en seres extraños, asociales o anticuados?.
Estas preguntas exigen una reflexión muy profunda sobre la libertad. Exigen repuestas a las preguntas: ¿quiero que mis hijos sean libres o esclavos de la tendencia social?, ¿educamos en libertad o nos dejamos esclavizar por el miedo?.
La verdadera libertad exige esfuerzo personal
Ante esta cuestión, resultará natural para todos los adolescentes responder que no quieren vivir bajo el yugo de otros. Es este el momento de explicarles que la libertad, que Dios ha concedido al hombre de modo gratuito, exige, como todo bien, un esfuerzo personal por practicarla. Muchos adolescentes, y aun adultos, confunden la libertad con la elección de lo más placentero. Y aunque la libertad siempre lleva a elegir lo que a largo plazo nos hará felices, no siempre permite recorrer el camino más fácil, ni el más agradable, ni el que la mayoría recorre.
Los adolescentes tienen que aprender a ejercer su libertad cuando están solos y cuando actúan en grupo. Para ello es importante señalarles que:
- En todo grupo hay líderes y en aquel al que ellos pertenecen también. Sin embargo, el liderazgo no debe convertirse en ningún momento en tiranía. Si en su grupo se producen actitudes de imposición y aún de chantaje (físico o emocional) hacia ellos deben acudir sin miedo al consejo de sus padres. Estos le ayudarán a conseguir modos de explicar su actitud diferente, que sin herir a los demás, ni resultar aguafiestas, le permitan vivir del modo que él quiere ante determinadas circunstancias. Además, resultará muy útil conocer a otros padres de amigos de nuestros hijos que puedan estar de acuerdo con nosotros y apoyar el modo diferente de obrar de nuestros hijos y de los suyos.
- Por encima de la amistad y la diversión está el bien, y la propia felicidad personal. Será necesario señalarle que, cuando se siente incómodo ante determinadas circunstancias, es porque su conciencia le está avisando del modo en que debe actuar. Y que esa es la voz de la libertad. Además, también deberá saber que, si no se hace caso de modo habitual a esa voz, acaba quedándose casi muda bajo el peso de la miseria humana y de las pasiones. Y que entonces, uno queda encerrado en sus tristezas, en sus desesperaciones, sin saber muy bien por qué se siente infeliz.
- Además de líder de su propia vida uno tiene la obligación de ser guía y faro para otros que también quieran ser felices. Que muchos esperan ver en ellos el ejemplo a seguir. Que no siempre se lo dirán en el momento, pero que, con el tiempo, descubrirán gente que se apoya en el ejemplo que ellos dieron, y que esas actuaciones, a veces costosas, se han convertido en el asidero al que muchos se agarran para no ahogarse.
Por todo ello, merece tanto la pena el esfuerzo de ser libre, luchar por llevar a la práctica lo que creemos y consideramos justo. Es el modo en que crecerán como seres humanos. Eso les hará felices y podrán hacer felices a los demás.