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Adolescentes. Se resiste a obedecer

Por: Teresa Artola González
Situación Familiar: “Hace lo que le da la gana”:

– “Mamá, mañana después del colegio voy a ir con mis amigos al cine y a merendar a McDonalds. Fírmame una tarjeta para que me dejen salir del colegio” –dice Luis, de 14 años.

– “Lo siento, hijo, pero ya sabes que estás castigado. Has traído muy malas notas y además pasado mañana es día laborable, así que te vuelves a casa en la ruta como todos los días” –contesta Ana, su madre.

Son las 6 de la tarde y aunque la ruta suele llegar a casa a las 5:45pm Luis aún no ha aparecido. A medida que pasa el tiempo Ana empieza a preocuparse. No saben bien si debe asustarse o enfurecerse. ¿Será posible que Luis se haya ido al cine después de habérselo prohibido? Por fin llama a la madre de Pedro, el íntimo amigo de Luis.

– “Se han ido al cine” –dice Marta, la madre de Pedro-. “Yo misma los he llevado a la salida del colegio, Luis me dijo que tú ya lo sabías”.

Y ahora, ¿qué hago? Se pregunta Ana: ¿Lo mató cuando llegue a casa, se lo digo a su padre para que lo castigue, lo voy a buscar al cine? ¿Por qué tiene que hacer siempre lo que le viene en gana y ser tan desobediente?

¿Por qué no obedecen?

El hijo o la hija adolescente tiende a menudo a desobedecer las indicaciones de sus padres y puede constituir en este sentido una fuente constante de conflictos. La razón de su desobediencia podríamos atribuirla básicamente a los siguientes factores:

Por una parte, a la propia inmadurez de su personalidad que hace que entienda de forma radical sus nuevas necesidades: se cree con derecho a todo.

También, su desmedido afán por ser diferente, original y libre le llevan a querer hacer siempre las cosas a su manera y a saltarse las normas impuestas.

Posee además un concepto equivocado e inmaduro de la libertad. Entiende la libertad y la rebeldía solamente en función de sus propios derechos, ignorando los correspondientes deberes.

Su personalidad inmadura le hace difícil aceptar la autoridad y la obediencia.

Por otra parte, algunas actitudes negativas de los padres, generalmente fruto del desconcierto que estos experimentan por los cambios que observan en el comportamiento de su hijo adolescente, pueden dificultar la obediencia. En concreto las actitudes extremas, tanto el excesivo proteccionismo como el autoritarismo, solo sirven para acentuar los posibles conflictos.

¿Cómo ejercer la autoridad?

Al llegar tu hijo o hija a la adolescencia debes replantearte la forma de ejercer la autoridad y saber adaptarte a los cambios que está experimentando tu hijo o hija adolescente. Para ello:

  • No debes temer el ejercer la autoridad y exigir el cumplimiento de unas normas cuando sea necesario; el adolescente necesita normas. Estas le proporcionan seguridad.
  • Sí deberás cambiar tu forma de mandar. Mandar sin imperar. Muchas veces a nuestros hijos les revela más la forma como les decimos las cosas que el contenido de las mismas. Si le exiges con confianza y buenos modos responderá mejor.
  • Evita actitudes autoritarias y proteccionistas. No se puede fiscalizarlo todo, ni tampoco pretender que tu hijo o hija viva encerrado en una burbuja, en un intento de protegerle.
  • Cuenta con su opinión. A estas edades valoran mucho el que les tengas en cuenta, el que escuches sus argumentos antes de decidir.
  • Combina autoridad con amistad, para que tu hijo confíe en ti, que no te oculte las cosas por miedo.
  • Crea un clima de confianza y de libertad, aun a riesgo de que en ocasiones te engañe.

Para facilitar la obediencia, resulta esencial que tu hijo sepa lo que esperas de él o de ella.

Por ello deberás establecer en tu hogar una serie de normas claras, sencillas y sensatas que tus hijos sepan que deben respetar. Además, y ello ahorrará muchas discusiones, deben conocer claramente las consecuencias que se derivan de su desobediencia. De esta forma el castigo, más que como algo inesperado, será la consecuencia lógica del ejercicio de su libertad.

Igualmente debes tener claro que el adolescente también espera que vosotros sus padres:

  • Modifiquéis vuestra forma de relacionaros con él.
  • Que comencéis a tratarle como una persona mayor.
  • Que progresivamente le vayáis dando mayores cotas de libertad.
  • Que seáis coherentes en vuestras normas.
  • Y que confiéis en él o en ella.

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