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Crecer en paciencia

Mis vecinos Cristina y Alfonso tienen un pequeño huerto que han cuidado especialmente durante estos últimos años. Ella tiene un carácter impaciente que le ha llevado a llenar durante el verano el huerto con plantas de rápido crecimiento, como los guisantes o las zanahorias, mientras que él ha optado por especies que tardan más en desarrollarse como algunos árboles frutales: el árbol del pistacho o del Kaki. El matrimonio es como estos últimos, una planta de crecimiento lento.

Quienes llevan años casados, saben que sus esfuerzos y desvelos para hacer al otro más feliz, no suelen fructificar de inmediato. Los resultados a corto plazo son, en muchas ocasiones, frustrantes. El resultado puede no producirse, o producirse muchos años después. El amor es inseparable de la espera y la aceptación.

En la vida de casados son diversos los campos en los que él o ella pueden ejercitar esta virtud imprescindible para amar mejor. Las personas, en numerosas ocasiones, maduramos muy despacio. Requerimos de mucha paciencia por parte del otro, y hemos de tener nosotros, igualmente, esa misma paciencia con nosotros mismos ante las mismas limitaciones en las que caemos una y otra vez y que nos impiden amar. Todo ello se convierte en un proceso lento, y, en muchas ocasiones, conflictivo.

El ejercicio de buenos hábitos, la experiencia individual en las propias caídas, el discernimiento de los valores que inspiran nuestro proyecto de amor, es un proceso bastante lento.

En muchas ocasiones nos cansamos pronto, damos por imposible a la otra persona porque su ritmo es lento, o incluso nos parece que no avanza. Conviene mirar con cariño y respeto a quien más queremos, sabiendo que tiene un ritmo propio y que, cuando menos lo esperemos, llegará el fruto. Paciencia porque, si miramos atrás, en nuestra propia historia personal, descubriremos personas cuya paciencia con nosotros fue decisiva para ser lo que ahora somos.

Sugerencias prácticas para crecer en esta virtud:

Aceptar las propias limitaciones ayuda a comprender mejor al otro.

En numerosas ocasiones se ven las limitaciones de la otra persona con mucha claridad, sin embargo, sus virtudes o todo aquello que hace bien parece que nos pasa oculto. Empeñarse en ver lo bueno que tiene nuestra pareja es un primer paso para que nuestro pensamiento le vea con amor.

Somos diferentes y es mejor seguir siéndolo.

Todos los hombres y mujeres son capaces de amar y de aprender a hacerlo hasta el máximo de sus posibilidades, pero cada uno lo hace de forma propia, como hombre y mujer, y de forma singular, como cada uno es.

Lo primero siempre es antes: ella/él es lo primero (que se note)

Procurar ser emocionalmente inteligentes es una de las claves de un matrimonio con éxito; buscar y entender los motivos que le han llevado a hablar o actuar de una forma determinada. Siempre está el otro en primer lugar.

Evitar las quejas frecuentes.

Aprender a mantener el autocontrol en los pequeños roces de cada día. En muchas ocasiones el amor propio nos pinta las pequeñas ofensas que pensamos que el otro nos hace mucho mayores de lo que son. Es muy beneficioso, para el amor en pareja, saber tener paciencia, ejercitarse en la serenidad y saber perdonar olvidando las pequeñas o grandes ofensas que el otro, en la mayoría de las ocasiones, nos hace sin querer.

“La paciencia es un diamante”, dice Humberto de Romans, autor del siglo XIII: “resiste las adversidades, cura todas las heridas, es un escudo que nos protege de todos los ataques”. Sepamos apreciar y cuidar esta virtud tan necesaria en la familia.

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