Investigaciones desde la psicología y la sociología han demostrado que las familias que rezan juntas se muestran más unidas, más felices, y mucho más saludables.
La familia es un pequeño templo en casa. Las familias que oran juntas establecen una confianza entre ellos, aprenden a orar en comunidad y se ponen de acuerdo por medio de Jesús. Hay muchos momentos para unirse en oración, como al iniciar o terminar el día, antes de tomar los alimentos o al iniciar un viaje familiar, entre otros.
Para su audiencia general número 100 el Papa Francisco ha elegido hablar sobre la oración. Ha explicado que es en la familia donde se aprende a orar y a pedir el don del Espíritu Santo. Ha dicho que el Evangelio meditado en familia es como un buen pan que alimenta el corazón y ha pedido a los padres que enseñen a los niños a hacer la señal de la Cruz.
Los invitamos a leer lo manifestado por el Papa Francisco y a poner en práctica la belleza de la oración en familia.
“Queridos hermanos y hermanas:
Hoy nos detenemos a reflexionar sobre la oración en familia. El espíritu de la oración se fundamenta en el gran mandamiento: “amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas». La oración se alimenta del afecto por Dios.
Un corazón lleno de amor a Dios sabe transformar en oración un pensamiento sin palabras, una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso hacia la Iglesia. A pesar de lo complicado que es el tiempo en la familia, siempre ocupado, con mil cosas que hacer, la oración nos permite encontrar la paz para las cosas necesarias, y descubrir el gozo de los dones inesperados del Señor, la belleza de la fiesta y la serenidad del trabajo.
La oración brota de la escucha de Jesús, de la lectura y familiaridad con la Palabra de Dios. Nos hará bien preguntarnos: ¿Tenemos en casa el Evangelio? ¿Encontramos un momento para leerlo juntos o al menos leerlo solo? ¿Lo meditamos recitando el Rosario? El Evangelio leído y reflexionado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos. Y por la mañana y por la tarde, cuando nos sentemos a la mesa, digamos juntos una oración con sencillez”.