Por: Luis Guti\u00e9rrez de Cabiedes<\/strong><\/p>\n
\u00bfPor qu\u00e9 ya no cuida su higiene?<\/h2>\n
Se llaman Arturo y Jorge. Tienen 16 y 14 a\u00f1os respectivamente y asisten a un colegio privado del norte de la ciudad en el que el nivel social de los alumnos es significativamente alto. Viven en un chalet con piscina y jard\u00edn privados, y sus tel\u00e9fonos m\u00f3viles har\u00edan la delicia de cualquier caco. El uniforme de la escuela incluye corbata azul con franjas verdes y americana, pantal\u00f3n gris y mocas\u00edn negro. Cada ma\u00f1ana me encuentro con ellos en la parada del autob\u00fas escolar que estaciona en la misma marquesina en la que yo subo al transporte p\u00fablico.<\/p>\n
Curiosamente, la indumentaria de los dos escolares no coincide con el aseo personal que cabr\u00eda esperar de ellos. Llevan a diario el pelo revuelto, los ojos lega\u00f1osos, y un aspecto de no haber sido capaces de intercalar una ducha entre el acto de quitarse el pijama y ponerse la ropa escolar. Toda la estampa llama poderosamente la atenci\u00f3n. Incluso, ser\u00eda capaz de apostar a que, el sue\u00f1o les atropell\u00f3 la noche anterior mientras consum\u00edan cap\u00edtulos de su serie de televisi\u00f3n favorita en la pantalla de plasma de su alcoba tumbados sobre la cama. Y que quiz\u00e1, por eso, el uniforme no cedi\u00f3 su sitio al pijama durante la oscura madrugada, y los interfectos est\u00e1n repitiendo indumentaria por segundo d\u00eda consecutivo.<\/p>\n